«Las viejas queremos seguir aportando y siendo consideradas interlocutoras válidas y necesarias»
La psicóloga y escritora Anna Freixas reivindica el término ‘vieja’ y defiende que los derechos de las mujeres mayores pasan por principios fundamentales como libertad, justicia y dignidad
Por Laura A. Izaguirre
Profesora universitaria jubilada, psicóloga, escritora y feminista, Anna Freixas ha dedicado buena parte de su producción literaria y de investigación a trabajos relacionados con el envejecimiento de las mujeres y el feminismo. Su último libro, ‘Yo, vieja. Apuntes de supervivencia para seres libres’, es un canto a la libertad y a los derechos humanos de la mujer en la vejez, una época vital en la que aún tienen mucho que decir y que aportar.
¿El propio título del libro, ‘Yo, vieja’, es ya de por sí una declaración de intenciones?
El título tiene una intención manifiesta de resignificar la palabra ‘vieja’. En primer lugar, para poner en valor que la palabra ‘vieja’ en sí misma no tiene por qué tener una connotación negativa como la que tiene en nuestra sociedad, porque ser vieja significa haber cumplido años y estar en un ciclo vital que se llama vejez. Un estado vital que tiene pérdidas, pero también tiene ganancias, riqueza, sabiduría… Es decir, no es un estadio en el que forzosamente tu vida es gris y deprimente, sino uno en el que las personas también disfrutamos. Porque tenemos pérdidas y ganancias, sí, pero todas las etapas vitales se caracterizan por ese intercambio de aspectos positivos y negativos. Y, en segundo lugar, creo que en un momento en el que la esperanza de vida ha aumentado tanto, hay una población y unas condiciones de vida que han cambiado y han hecho que la gente que hoy es vieja haya dispuesto de muchas ventajas que no han tenido las generaciones anteriores. Por lo tanto, esta generación de viejas y viejos está esperando que la sociedad le admita en pie de igualdad y no en pie de caridad, conmiseración o discriminación. Y por eso el libro tiene ese deseo de ‘resignificar’ la palabra ‘vieja’.
¿Ser vieja es más ‘complicado’ que ser viejo?
Sí, en realidad envejecemos como vivimos. Por lo tanto, en el caso de las mujeres, que en términos generales hemos vivido en peores condiciones que los hombres, el envejecer también está marcado por ello en términos de dinero, de visibilidad pública, de aceptación de una vida sexual y afectiva… Pero también te diré que las viejas tenemos algunos capitales que son muy importantes frente a los hombres, por ejemplo, el hecho de que nosotras construimos relaciones afectivas con otras personas, tenemos vínculos, creamos intimidad… y todo eso nos permite vivir una vejez con mayor alegría en el sentido de que tenemos amigas, por ejemplo, y que con ellas la vida tiene un componente de seguridad. Y el hecho de que nosotras hemos cuidado a todo el mundo y hemos sabido cuidarnos y tener nuestra independencia, y eso también es un capital frente a la vejez de los hombres. Así que ser vieja tiene aspectos peores que ser viejo, pero también les tiene mejores.
«Es un problema que la sociedad nos vea como unas viejecitas del siglo XVI o que nos quiera como Barbies exóticas»
Asegura que en esta sociedad existen dos modelos dicotómicos de mujeres en la edad mayor, la viejecita pasita y la vieja llena de vigor. ¿Cree que está cambiando o evolucionando esta realidad?
Yo señalo como un problema el hecho de que la sociedad nos contemple dicotómicamente: que nos vean como unas viejecitas del siglo XVI o que nos quiera como Barbies exóticas. Y eso al fin y al cabo es como una nueva forma de torturarnos. ¿Por qué no podemos ser viejas normales y corrientes como son ellos? Con sus canas, con sus andares, con una ropa que sea cómoda, que tenga glamour, que no nos apriete y con la que podamos andar cómodamente, que sea bonita… Creo que debemos huir también de los nuevos mandatos, es decir, de esos que ‘establecen’ que ser vieja tiene que ser otro momento en el que tengas que estar de nuevo luchando por tu cuerpo. Y no, hemos sufrido mucho por los mandatos perversos de la belleza a lo largo de toda la vida y ha llegado el momento de exigir elegancia, comodidad… es decir, una vida que nos permita sentir que estamos bien en nuestra piel.
Sostiene que los derechos de las mujeres mayores pasan por tres principios fundamentales: libertad, justicia y dignidad…
Creo que estas tres ideas debemos tenerlas presentes a lo largo de toda la vida pero, sobre todo, en la vejez. La libertad para ser como queramos y para no ser como nos mandan; justicia como algo que merecemos después de haber sostenido el mundo con nuestras manos y nuestros brazos durante 70 años y, por tanto necesitamos una renta básica universal que nos permita tener una pensión digna que nos ayude a disfrutar los últimos años de vida de placeres y de muchas de las cosas de las que hemos carecido hasta el momento. Y dignidad como respeto que nos permita ser unas viejas afirmativas, interesantes, multicolor y, sobre todo, personas que tengamos un espacio en la vida en el que se nos reconozca por nuestro hacer, por nuestro valor, por todo lo que hemos aportado…
«Ser vieja mola si diseñamos para todas un mundo grande que nos permita vivir con alegría y desparpajo»
Mujeres veteranas
Tomando prestado uno de los títulos de los últimos capítulos del libro, ¿qué quieren las veteranas de hoy?
Quieren seguir viviendo con significado en una sociedad que no las ignora, que les permite seguir siendo y aportar. Porque las veteranas de hoy son mujeres que han aportado mucho, que han tenido que pensar mucho para transformar la realidad, y han luchado por todas las leyes que han permitido que las mujeres tengamos un control de nuestro cuerpo, de nuestra sexualidad, para que vayamos a la universidad… Es decir, queremos seguir estando ahí, aportando y seguir siendo consideradas como interlocutoras válidas y necesarias.
¿Cómo podemos hacerlo?
Nada se ha conseguido desde la postura del llanero solitario. Mujeres que todo lo que hemos conseguido lo hemos hecho a través del trabajo en común de los problemas que teníamos, hemos ido inventando estrategias en común y queremos que se nos siga teniendo en cuenta desde un punto en el que nuestra palabra sea realmente escuchada, valorada y tenida en cuenta todos los días.
Parafraseando una afirmación del libro, ¿ser vieja, mola?
Yo te diría que sí, que creo que puede molar si entre todas decidimos que mole. Si entre todas definimos un modelo de belleza que no nos torture ni arruine, un modelo de estar en el mundo en el que tengamos palabra y la compartamos con otros. Es decir, mola si somos capaces de diseñar entre todas y para todas las mujeres un mundo grande, amplio, divertido y ancho que nos permita vivir el tiempo que nos quede por vivir sin torturas si no con desparpajo y alegría.
«Es una tarea común»
¿Debemos preparar a las generaciones que vienen para ser viejos?
Creo que algunas de estas generaciones que vienen empiezan a darse cuenta de que no todo el monte es orégano, de que tienen que transformar algunas cosas porque si los hombres y mujeres próximos a la vejez no transforman cosas se van a encontrar otra vez con una sociedad edadista que las ignora. Una de las cosas que me ha impactado en algunas de mis presentaciones es la emoción y el interés que muestran las mujeres ‘pre-viejas’, las de alrededor de 50 años, que se dan cuenta de que esto es una tarea común y que nadie lo va a hacer por nosotras. Porque las más viejas piensan lo mismo pero sienten que tienen menos oportunidades para transformar. Sin embargo, las más jóvenes se dan cuenta de que esto las está apelando directamente a ellas.
¿Y cómo se presenta el futuro en este sentido?
Soy optimista, si no, no me dedicaría a trabajar sobre estos temas. Vamos por el buen camino pero no nos lo van a poner fácil porque nunca han puesto fácil esa transformación, ese cambio, esa nueva posición en el mundo. Nadie nos lo va a regalar, es algo que tenemos que hacer entre todas, que podemos hacer y que dependerá de la fuerza con la que nos tomemos en serio a nosotras mismas. Las mujeres tenemos que tomar en serio nuestra mente y nuestra vida y a partir de ahí situarnos en otro punto en el que podamos tener unas vidas significativas. Eso requiere que entre todas arrimemos el hombro. Y en ese sentido, las personas que ahora mismo ocupan puestos de poder son las que pueden transformar aspectos de la realidad. Y otra cosa importante, mientras todas nos ‘disfracemos’ de jovencitas y vayamos por el mundo diciendo que las viejas son las otras y nosotras somos unos seres privilegiados que no envejecemos, no vamos por el buen camino.