La Palma disminuye su manto de ceniza gracias a Galdakao
Tras 84 días en la isla los voluntarios de GBGE inician una nueva fase de actuación con eje en Las Manchas
Por Laura Castellanos
Al principio, como cualquier otro espectador que viese la televisión aquellos días de septiembre, desde GBGE (Galdakaoko Boluntarioen Gizarte Elkartea) pensaron que tras la repentina erupción del volcán y sus consiguientes consecuencias, las soluciones no tardarían en llegar por parte del Estado y de las instituciones más inmediatas a la zona. Sin embargo, una vecina galdakoztarra nacida en la isla les sacó de su error al contarles de primera mano que si algo necesitaban las vecinas y vecinos de La Palma era el apoyo ciudadano y muchas manos para sobrellevar tal emergencia. «Estamos en Europa, hay medios… No estamos acostumbrados a una crisis en un país europeo más allá de lo que pasó en Grecia con los refugiados», explica su presidente, Álvaro Saiz.
Cerca de una decena de voluntarios de la ONG no se lo pensaron dos veces y en aquel primer viaje, el pasado 25 de octubre, aterrizaron en el territorio de El Paso dispuestos a ofrecer toda su colaboración. «Hablamos con el Ayuntamiento y al principio la ayuda era bien recibida, pero ahora nos dicen que ya somos imprescindibles», cuenta con orgullo Saiz de las más de 160 personas de GBGE que se han involucrado en esta situación. «Se han dado cuenta de que somos muy importantes para ellos», resume tras las frecuentes comunicaciones que mantienen con el alcalde del lugar, Sergio Rodríguez. Por delante les quedan «asegurados» otros tres meses más donde grupos de veinte personas, aproximadamente, abordan las tareas más necesarias. Unos se quedan una semana y algunos llevan más, pero lo habitual es que roten y lleguen voluntarios nuevos cada cierto tiempo.
Hasta hace unos días eran dos los cometidos principales: labores de limpieza y cuidado de animales. Para lo primero, y en función de las mediciones que la UME (Unidad Militar de Emergencias) hace sobre la calidad del aire, tomaban unas u otras medidas de seguridad y a paladas quitaban poco a poco las montañas de ceniza acumuladas. Un gran manto gris que han conseguido atenuar en la vía pública y ya es más que notorio el cambio. «Palear, cepillar, limpiar» y vuelta a empezar.

En cuanto a los animales de granja, dispusieron de un espacio donde cuatro voluntarios se encargaban de su cuidado a diario. «Esto parece el arca de Noé», bromea Saiz de los casi cuatro centenares de ejemplares entre cabras, ovejas, burros, cerdos, pollos… «Después de un tiempo algunos propietarios los han reubicado o los han vendido, pero algunos no los ha reclamado nadie».
Así han estado hasta el martes, cuando abandonaron el núcleo urbano de El Paso, espacio que continúa con su regeneración con locales contratados a tal fin. Y cuenta que ellos se han puesto al frente ahora de una nueva dinámica en Las Manchas, «a las faldas del volcán». En la llamada ‘zona cero’ relata que esperan recibir «dos excavadoras, dos camiones, dos minicargadoras y cuatro contenedores» donde volcar toda la ceniza que extraigan de las viviendas casi enterradas en ella.
La rutina empieza a las 7. Después de desayunar toman un autobús antes de las 8 que les acerca allí. «Tardamos más de una hora porque lo atraviesa la colada y hay que dar la vuelta a toda la isla». Acaban a las 14 y quien no haya salido entran a buscarle, «hay un protocolo de entradas y salidas». A partir de ahí solo queda comer (tienen las distintas comidas cubiertas a cargo del Consistorio y el alojamiento en la casa parroquial) y descansar hasta la cena. Un tiempo para reponer fuerzas de cara a la siguiente jornada.
Gratitud
Tras pasar las fiestas pala en mano, se emocionan por la gratitud de los autóctonos y el eco en los medios. «Somos una ONG de un pequeño pueblo y mira dónde nos hemos metido». Pero no ocultan la cruda realidad y es que se lamenta de que, por desgracia, la situación va para largo aunque se haya declarado el fin de la erupción el día de Navidad. «La extensión de ceniza es enorme, se va a tardar años» y recuerda que la ayuda de nuevos voluntarios, así como la económica, resultan vitales. Una labor que continuarán hasta que sea necesario y que ha sido reconocida por el Ejecutivo vasco con una placa-diploma hace solo unos días.
