La contaminación, el gran e invisible enemigo para la salud
“No pensamos que es un factor de riesgo” pero respirar aire nocivo deriva en problemas respiratorios, cardiovasculares o muertes prematuras
Por Laura A. Izaguirre
Más del 90% de la población mundial vive en lugares con niveles de contaminación altos. Una cifra alarmante que deriva a otras no menos preocupantes: las estimaciones a nivel europeo señalan un exceso de 790.000 muertes al año atribuido a la contaminación del aire, o que alrededor de 500.000 decesos por cáncer de pulmón y 1,6 millones por EPOC (Enfermedad Pulmonar Obstructiva Crónica) en el mundo pueden ser atribuidas a la contaminación del aire. Datos que sacan a la palestra a un enemigo de la salud que, pese a que sabemos que está ahí y de alguna manera sentimos, es casi invisible.
“No es que no lo veas, porque la contaminación se ve, no es algo totalmente invisible; pero cada día que nos despertamos no nos damos cuenta de que estamos respirando aire contaminado, ni pensamos que es un factor de riesgo como fumar o la obesidad, no está tan asimilado que puede afectar a nuestra salud pero es algo que está ahí y que no podemos controlar”, advierte Sasha Khomenko, investigadora de ISGlobal, centro impulsado por Fundación La Caixa. Pero lo hace: “las partícula finas del dióxido de nitrógeno entran en el sistema respiratorio y lo primero que ‘atacan’ es a las enfermedades respiratorias, pero si llegan al torrente sanguíneo podrían afectar a más órganos, lo cual está mucho más relacionado con las patologías cardiovasculares, enfermedades neurodegenerativas…”, puntualiza Khomenko. Tanto es así que según The Lancet, una de las revistas médicas más emblemáticas, en 2019 la causa de mortalidad prematura dominante atribuible a la contaminación atmosférica es la cardiovascular y cerebrovascular.
Todo ello sin perder de vista que la contaminación también puede afectar de forma leve, provocando irritación y picor de ojos o de nariz, molestias e inflamación de la garganta o tos, por ejemplo. Porque, tal y como destaca Xabier Querol, profesor de investigación del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), “como afecta a toda la población, susceptible y no susceptible, el impacto en números es notable”. Y ahí es donde radica una de las claves para entender el problema desde la base, que es el hecho de que todos estamos expuestos a ello casi en las mismas condiciones, incluso los niños. “Son población más susceptible porque el volumen de aire respirado por kilogramo de cuerpo y el nivel de actividad es mucho mayor”, detalla Querol.
Por ejemplo, pongamos a dos personas, un adulto y un niño. El pequeño tiene que respirar más porque sus pulmones son más pequeñitos, así que introduce más contaminantes. Pero además, si añadimos su nivel de actividad, por ejemplo, corriendo, para los mismos niveles de contaminación éste tendrá una dosis superior, porque necesita mucho más volumen de aire. “Además, los niños están desarrollando su cerebro, sus pulmones… son personas que están aún desarrollando sus órganos y, por lo tanto, cualquier impacto en ellos se notará a lo largo de su vida. Por ejemplo, hay estudios que dicen que la contaminación no solo aumenta las crisis asmáticas en personas que padecen la enfermedad sino que los niños que han vivido y crecido al lado del tráfico tienen más posibilidades de padecer asma”, advierte el experto del CSIC.
En cifras
– Según la OMS, a nivel mundial se producen 7 millones de muertes prematuras al año.
– Cumplir con las recomendaciones de la OMS podrían evitar 114.000 muertes prematuras derivadas de los tóxicos producidos por los coches.
– El investigador Paolo Saldiva, tras haber hecho la autopsia a gente fumadora y no fumadora de entornos contaminados y no contaminados, concluyó que para nuestros pulmones el respirar aire con 5 microgramos por m³ de partícula fina suponía el equivalente a fumar un cigarrillo al día. Teniendo en cuenta que las ciudades están a alrededor de 12 microgramos por m³ de partícula fina, supondría 2 cigarrillos y medio al día.
– Un incremento de solo 5 μg/m3 (5 microgramos por m³) en la concentración de partículas contaminantes de un diámetro menor de 10 micras (PM10) da como resultado la pérdida de casi un año de vida en las personas que respiran este aire contaminado, según un estudio del ISGlobal de Barcelona.
– Un informe del Banco Mundial establece que la contaminación del aire nos cuesta el 4,5% del PIB a nivel global, porque no es solo que muera la gente sino que conlleva también la falta de días laborales, ingresos hospitalarios…
Los efectos del ruido
Según un estudio del Instituto de Salud Global de Barcelona (ISGlobal), casi 60 millones de europeos viven sometidos a niveles de ruido generado por vehículos que son perjudiciales para su salud. De hecho, Bilbao, Málaga y Sevilla son las ciudades españolas con más habitantes expuestos a exceso de ruido. «La exposición prolongada al ruido del tráfico rodado puede provocar una reacción de estrés sostenido que da lugar a la liberación de hormonas del estrés, aumento de la frecuencia cardíaca y de la presión arterial y vasoconstricción, lo que puede acabar dando lugar a enfermedades crónicas, cardiovasculares o a trastornos de depresión y ansiedad», destaca el estudio, cuyos autores defienden que cumplir con las recomendaciones de la OMS permitiría evitar más de 3.600 muertes cada año.
Futuro y soluciones
Sin embargo, pese a las cifras alarmantes y a ‘enfrentarnos’ a un enemigo con el que se convive a diario pero que no se deja ver, lo cierto es que en los últimos años se ha dado un buen empujón a la lucha contra este ‘mal’ y, además, la sociedad es cada vez más consciente del problema. “Cuando ves las estadísticas del INE te das cuenta de que para una gran parte de la población la lucha contra el cambio climático o la contaminación atmosférica es una de sus prioridades, la diferencia con otras sociedades más avanzadas en ese campo es que nosotros estamos convencidos pero no actuamos en consecuencia ni pedimos a nuestros gobernantes que lo hagan”, lamenta Querol.
Lo cierto es que en los últimos años “hemos mejorado mucho, lo que pasa es que nuestro nivel de partida, tanto cultural como ambiental, era mucho peor que las sociedades canadiense, australiana y escandinava (tres de las sociedades más avanzadas del mundo en este ámbito)”, pone sobre la mesa Querol. Para muestra el hecho de que en el año 2005 España tenía 49 zonas de calidad del aire que infringían la legislación europea, pero desde 2010 ya no tiene ninguna. “La tendencia ha ido mejor, si miramos los últimos 30 años la contaminación ha ido bajando”, añade Khomenko.
Pero, como advierte Khomenko, “necesitamos más acciones” para continuar mejorando las cifras. “Lo que tenemos que hacer es acercarnos a los 5 microgramos por m³ que la OMS establece como los límites de protección a la salud humana”, anima el experto del CSIC, y eso pasa necesariamente por “mentalizarnos de que tenemos que cambiar nuestros hábitos”. “Hacen falta acciones más genéricas, una visión más holística del tema, porque se toman decisiones muy específicas que se cree que van a ser la solución y hace falta un enfoque más global del problema y de todas las fuentes de contaminación que existen. Por ejemplo, se ataca al coche, que es verdad que es una de las mayores fuentes de contaminación, pero hay más, como la industria, los puertos, las fuentes de energía que utilizamos para calefacción… por eso hay que tomar en todos los sectores decisiones que vayan en la misma dirección porque si no se hace de forma simultánea en todos los ámbitos va a ser difícil llegar a una reducción significativa de la contaminación”, avanza la experta del ISGlobal.
“Además, la ciudadanía también debemos tomar medidas”, puntualiza Querol. Porque sí, pese a que “a nivel individual las medidas no son tan efectivas como las que existirían a nivel gubernamental”, como señala Khomenko, pequeños gestos de cada persona pueden repercutir de forma positiva en su propia salud y en la lucha contra el cambio climático. “Ahora tenemos calderas de altas emisiones y pellets que traemos de Italia, pero si en una zona rural se limpian los bosques y se fabrican pellets de forma limpia, se puede generar trabajo y no contaminamos. También debe haber un cambio de hábitos de movilidad y tener claro que el transporte público es muy bueno en las ciudades, lo que hay que hacer es fomentarlo y apostar por peajes urbanos, zonas de bajas emisiones…”, anima Querol.