La revolución de la ‘cuarta edad’
Tener una mayor esperanza de vida trae consigo “enormes oportunidades” e importantes retos que hay que afrontar
Por Laura A. Izaguirre
En enero de este año, un 19% del censo en España lo componían mayores de 65 años y se prevé que en el año 2050 sean una de cada 3 personas. Cada vez hay más gente mayor y no solo eso sino que al llegar a esa edad aún queda mucha vida por delante (la esperanza de vida de una mujer al llegar a los 65 años es de unos 20 años y la de un hombre de unos 14). Años que, en la gran mayoría de los casos, se pasarán ejerciendo una activa vida física, mental y social. “En el último siglo la esperanza de vida ha aumentado de forma característica. El cambio social es brutal porque, de pronto, nos encontramos con una sociedad longeva y todo lo que venimos diciendo desde hace años sobre la tercera edad está en revisión permanente por la velocidad a la que van los cambios y la diversidad de realidades económicas, afectivas, residenciales… de todo tipo”, explica el consultor social Fernando Fantova.
De hecho, “hoy la vida no tiene tres edades y la tercera es la última. Hoy tiene, como mínimo, cuatro edades. Y la nueva tercera edad está por redescubrir para todos nosotros… y por reinventar”, asegura José Augusto García Navarro, presidente de la Sociedad Española de Geriatría y Gerontología (SEGG). Porque lo cierto es que este incremento tan importante en la vida trae consigo “enormes oportunidades para contribuir a la sociedad y a nuestro entorno”, añade. “Podemos estudiar una nueva carrera, cultivar nuevas aficiones, influir cada vez más en la sociedad (en las últimas elecciones generales el 25% de los votantes tenía más de 65 años). Si lo sumamos todo cada vez más personas mayores, más activas y con capacidad de decisión, no es difícil adivinar que la sociedad cambiará con un motor que ya existe y se potenciará que es la revolución de los mayores. La revolución de los seniors”, sentencia García Navarro. Sin olvidar que el impacto social y económico de los mayores será cada día más evidente.
Una suerte de cambio de mentalidad en la que las personas que se enfrentan a esa ‘barrera’ de la jubilación “ya no ven que pasan a ser “sujetos pasivos” como se les llamaba hace unos años sino “sujetos muy activos” que pueden contribuir a construir una nueva sociedad y que tienen capacidad de cambiar las cosas. Ya no es una barrera sino que cada vez más personas ven que es un trampolín, un impulso a una vida diferente, pero muy activa y positiva”, defiende el presidente de SEGG.
Porque en esta revolución de la cuarta edad “hay que empezar a transmitir una imagen positiva de envejecer y evitar relacionar que las personas mayores están cargadas de discapacidad o de enfermedad, de que son una carga para sus familias o para la sociedad. Pensar en positivo sobre el envejecimiento. Ser mayor es lo que todos queremos. Cada vez llegamos en mejores condiciones físicas, psíquicas y mentales a ser mayores y cada vez podemos aportar más a la sociedad cuando somos mayores”, enfatiza García Navarro.
F. Fantova: «La tercera edad está en revisión permanente por la velocidad de los cambios y la diversidad de realidades»
Retos de futuro
Sin embargo, aún quedan muchos pasos por dar. El primero, “que todo el mundo entienda que envejecer es un éxito y que las personas mayores son parte de una sociedad evolucionada, que no son un problema sino un miembro más de nuestra sociedad con todos los derechos y obligaciones iguales al resto de los ciudadanos. En definitiva, entender que envejecer es lo normal y que ser mayor es también lo normal”, advierte el presidente de la SEGG.
Pero todas las nuevas oportunidades traen consigo importantes desafíos y la primera pregunta es obligada: ¿Estamos preparados para dar respuesta a las necesidades de esa generación? “No lo estamos ni debemos estarlo. Son las personas mayores las que deben ir construyendo su propio futuro e ir reinterpretando su nuevo papel en la sociedad, nosotros no tenemos que hacer de tutores de unas personas que acumulan experiencia, conocimiento y energía para poder hacer su propio camino. Solo tenemos que dejar que puedan hacerlo”, recoge el presidente de la SEGG.
Sin embargo, hay cuestiones a las que se debe hacer frente cuanto antes teniendo en cuenta las diferentes necesidades vitales de cada grupo de edad: la realidad de las personas de más de 80 años que pueden estar en una situación de dependencia o necesitar ayuda para ciertas labores es muy diferente a la de la generación de los ‘babyboomers’, cuya principal preocupación pasa por mantener un cierto poder adquisitivo tras la jubilación, por ejemplo. “La cuestión de salud y subsistencia material en nuestra sociedad están razonablemente resueltas, pero la cuestión de los cuidados está mucho más cogida con alfileres. Seguimos en una sociedad muy patriarcal que ha asumido que las mujeres van a ocuparse de eso y que lo harían de forma gratuita en el seno de las relaciones familiares. Somos herederos de ese sesgo de género que desvaloriza los trabajos de cuidado y de alguna manera eso ha ralentizado el abordaje de la cuestión. El sistema no está preparado, cuando la realidad es que es más probable que tengamos ciertos años de vida con esa limitación funcional. Es evidente que cada vez va a haber gente con más necesidades de cuidados y menos gente disponible para cuidar. El reto es hacerle frente como se hizo con las pensiones, la sanidad o la educación”, sentencia el consultor social Fontava.
J. A. García Navarro: «Hay que entender que envejecer es un éxito y que los mayores son parte de una sociedad evolucionada»