Videollamadas que minan la autoestima

Verse durante mucho tiempo a través de una cámara puede distorsionar la imagen que se tiene de uno mismo, es lo que se denomina ‘Dismorfia de Zoom’

Por Laura A. Izaguirre

Para muchas personas las videollamadas se convirtieron en grandes aliadas durante la pandemia. Para mantener el contacto con familia y amigos, o para continuar teletrabajando, sus ventajas son una realidad, pero también hay quienes tienen en ellas a su peor enemigo. “Está demostrado que el uso continuado de videollamadas están generando inseguridades y, en casos muy extremos, dismorfias corporales”, detalla la psicóloga Marta Corral. “Principalmente debido a dos razones: estar durante horas viéndose a sí mismo en movimiento y verse a través de una cámara, lo cual distorsiona nuestra imagen”, añade Olga Castanyer, psicóloga clínica y profesora en el título de Experto en Inteligencia Emocional de la UNIR

El término ‘dismorfia’ alude al hecho de que cuando nos vemos durante mucho tiempo a través de una cámara, nuestra mente comienza a distorsionar la imagen que tenemos de nosotros mismos. “Normalmente, se siguen tres pasos: se realiza un filtro de nuestra imagen y empezamos a fijarnos en ese granito, esos párpados algo caídos o esa arruguita en la que antes difícilmente habíamos reparado; se magnifica el rasgo que hemos detectado: la papada que antes ni veíamos se ha vuelto enorme, las orejas un poco salientes se vuelven grotescas y el granito se nota tanto que es lo único que vemos cuando nos miramos a la cara; y se generaliza: ya no es sólo ese rasgo que me preocupa, es que, de repente, parece que toda yo ‘soy’ unos párpados caídos, mi rostro sólo se caracteriza por la nariz prominente o parezco un anciano de 80 años”, detalla Castanyer. Es, lo que expertos de la Universidad de Harvard han acuñado el término ‘Dismorfia de Zoom’.

Porque somos implacables con la imagen que tenemos de nosotros mismos. “Somos muy exigentes. Tendemos a autocompararnos porque nuestra cultura es así, cogemos referencias de lo que conocemos para sentirnos incluidos socialmente, nos comparamos con esas fotos que vemos retocadas y con filtros, y te acabas sintiendo un ‘patito feo’ y creando necesidades que no son”, destaca Marta Corral.

«Nos comparamos con fotos que vemos retocadas en redes y te acabas sintiendo ‘patito feo’», Marta Corral, psicóloga.

Una ‘Dismorfia de Zoom’ que afecta en mayor medida a mujeres jóvenes y a a personas que de por sí no se gustan. “Cuando hay baja autoestima tenemos ‘externalizada’ nuestra valía, es decir, dependemos del beneplácito de las personas que nos rodean para sentirnos dignos de ser queridos, aceptados o reconocidos. Cuando se tiene externalizada la valía, se depende casi al 100% del aspecto que se da, e intentamos mostrar imagen de trabajadores, de triunfadores… y por desgracia demasiadas veces intentamos que nos quieran y acepten simplemente por aparecer “guapos”, “con buen tipo”, “perfectos…”, puntualiza la experta de la UNIR.

Pero, ¿por qué se desvirtúa más la imagen que tenemos de nosotros mismos cuando nos vemos en una pantalla y no tanto hablando cara a cara con otras personas? “Cuando hablamos cara a cara no nos estamos viendo. Intentaremos adivinar qué aspecto tenemos por las señales que nos envía nuestro interlocutor, pero esta información siempre quedará más difusa que cuando nos vemos durante un tiempo prolongado a través de una cámara. Además, en una videollamada nos movemos, cambian nuestras expresiones…, lo cual se convierte en una oportunidad única para descubrir que no nos gusta nuestra sonrisa o que se forman arrugas insoportables cuando discutimos con vehemencia”, destaca Castanyer.

«En una videollamada vemos nuestras expresiones y descubrimos qué es lo que no nos gusta», Olga Castanyer, psicóloga clínica.

Por eso hay que estar alerta y observar. “Una señal clara es ver que estamos perdiendo nuestra naturalidad, por ejemplo, si hemos descubierto que no nos gustan nuestros dientes cuando sonreímos, intentaremos sonreír con la boca cerrada… ¡o no sonreír! Otra señal es la pérdida de tiempo, porque invertiremos más en acicalarnos y disimular ese pequeño defecto; y tenderemos a gastar más dinero en productos de belleza y en tratamientos estéticos.

En suma, la preocupación por la imagen ocupará un lugar y un espacio cada vez más prominente en su mente, hasta incluso llegar a perder aficiones o relaciones sociales”, concluye Castanyer.

¿Cómo se puede tratar?

“Es un problema de autoestima, por lo que habría que acudir a un psicólogo en cuanto la persona note que sus pensamientos giran demasiado tiempo alrededor de su imagen”, anima la experta de la UNIR. Y en un plano más ‘superficial’ se pueden seguir estos consejos:

  1. ¡No te mires! Si no te ves capaz de dejar de desviar la mirada una y otra vez hacia tu imagen, tápala con un post-it o un papelito mientras estás en la videollamada.
  2. Ponte en el lugar de los demás. ¿Realmente crees que se han reunido contigo para analizar los errores que tienes en tu cara? Lo más probable es que tus interlocutores estén más interesados en el contenido de lo que estás diciendo que en ese grano que te has descubierto.
  3. Está comprobado que, independientemente de cómo sea nuestra autoestima, en un grupo solemos estar más pendientes de nosotros mismos (nuestro aspecto, de cómo caemos, del impacto de nuestros comentarios…) que en los demás. Piensa que hay muchas personas que sufren con su imagen igual que tú y nadie lo dice, quizá tu interlocutor es uno de ellos.
  4. Tú mismo no te dedicas a hacer un recuento de los pequeños errores que haya en las expresiones de los demás, sino que sacas una impresión general de la persona (simpática, afable, nerviosa…) y eso depende de muchos factores, la mayoría internos. ¿Por qué supones que los demás están esperando con el bloc de notas en la mano para hacer un recuento de tus errores físicos?
Entradas recientes