Comer como un ‘climatarian’ para reducir la huella de carbono

La alimentación es una de las acciones de más impacto en el medio ambiente. Consumir de origen vegetal, de cercanía, de temporada y evitar el desperdicio “ayuda a ser sostenibles”

Por Laura A. Izaguirre

“Cuando hablamos de huella medioambiental, normalmente se tienen más en cuenta temas como los combustibles fósiles o el reciclaje”, afirma Verónica Larco, directora de comunicación de ProVeg España, pero muchas veces pasa de largo que “un cambio en nuestra alimentación es la decisión individual más potente que podemos poner en práctica para ayudar a mitigar la crisis climática”, añade la experta de esta organización por la conciencia alimentaria.

No en vano, nuestro sistema alimentario está basado en productos animales, lo cual revierte en que la alimentación sea una de las acciones que, a nivel individual, más impacto tienen en el medio ambiente: la cría y el consumo de animales es responsable de alrededor el 20% de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero, el 80% de la deforestación mundial está relacionada con el actual sistema alimentario y según estudios de Greenpeace, más del 71% de las tierras agrícolas de la Unión Europea se emplean para alimentar al ganado, por lo que más del 63% de la tierra cultivable produce alimentos para los animales en vez de para las personas.

Con estos datos sobre la mesa no es extraño que, cada vez más, la sociedad vaya siendo un poco más consciente del impacto que tiene sobre el medio ambiente lo que comemos. Sin embargo, “sigue haciendo falta mucha educación, concienciación e información sobre soluciones a los problemas a los que nos enfrentamos”, advierte Larco. “Hay muchos factores que debemos tener en cuenta a la hora de ver el impacto ambiental de un determinado alimento: el proceso agrícola, la huella hídrica, el transporte, el punto de venta, el embalaje, entre otros. Por lo tanto, reduciendo drásticamente nuestro consumo de carne y proteína animal y fomentando otros alimentos de origen vegetal como frutos secos, frutas, verduras, legumbres, cereales, semillas, etc. estaremos siendo mucho más sostenibles y eficientes. Ahorraremos recursos como agua, tiempo, dinero, espacio cultivable y emisiones de CO2; evitaremos la deforestación de reservas naturales y contaminación del suelo, del aire y del agua, así como el sacrificio de millones de animales”, destaca María Negro, activista, divulgadora sobre la sostenibilidad y autora del libro ‘Cambia el mundo: 10 pasos hacia una vida sostenible’ (Zenith).

Alimentos ‘sin huella’

Porque, “comer, al igual que consumir, es un acto ‘político’. Es un gesto poderoso que repetimos al menos tres veces al día durante toda nuestra vida y que nos puede ayudar a ser más sostenibles”, subraya Negro. Ejemplo de ello son los llamados climatarians, personas que defienden la necesidad de “minimizar nuestro impacto ambiental a través de lo que hay en nuestro plato, de lo que comemos. Es decir, frenar el cambio climático escogiendo solo aquellos alimentos que generan la menor huella posible”, explica Negro. “Se podría definir como una dieta saludable, respetuosa con el medio ambiente y la naturaleza. Esta dieta intenta evitar el consumo de los productos con más huella medioambiental, que son los productos de origen animal. Además, hace recomendaciones como planificar la compra para evitar el desperdicio, consumir local para reducir el transporte, u optar por alimentos de temporada y alimentos frescos”, agrega Larco.

De hecho, ambas expertas coinciden en que si se redujera a la mitad el consumo de carne, huevos y lácteos se podrían disminuir las emisiones de gases de efecto invernadero del sector agrícola en la Unión Europea entre un 25 y un 40%, una cifra que se situaría en torno al 70% a nivel mundial. En definitiva, “siendo más conscientes de dónde vienen nuestros alimentos y el impacto ambiental que tiene en el planeta, obviamente estaremos cuidando el entorno”, concluye Negro.

Pasos para una dieta más sostenible

Priorizar los alimentos de origen vegetal, dar una oportunidad a las alternativas vegetales a las carnes y lácteos, e intentar volver a la comida de toda la vida, a las legumbres y a las frutas y verduras de temporada. “No es necesario que cambiemos todo de la noche a la mañana, podemos empezar con un día sin carne a la semana, evitar comprar productos animales para casa y dejarlos para cuando comamos fuera o incluso simplemente ir a restaurantes con alternativas vegetales para probar comida diferente e inspirarnos”, aconseja la experta de ProVeg España.

Evitar los alimentos con embalaje y sobre envasados, fomentar la compra a granel y llevar bolsas y utensilios reutilizables propios. “Así, evitaremos residuos innecesarios y minimizaremos en gran medida la huella ambiental fruto de nuestra alimentación”, muestra Negro.

Evitar el desperdicio de alimentos. Según la ONU, el derroche de alimentos es el responsable del 10% de todos los gases de efecto invernadero porque, como señala Negro, “cuando tiramos comida a la basura, no solo se pierde el alimento en sí sino que también se desperdician todos los recursos que han sido necesarios para producirlo: el uso de la tierra, el agua, los fertilizantes, la energía…”. Ayudará hacer listas de la compra para comprar solo lo que se necesita u organizar las comidas con menús semanales.

Consumir de manera moderada alimentos con una gran demanda, como el aguacate o la quinoa, que al ponerse de moda hacen que su consumo crezca exponencialmente, lo cual conlleva “a una producción masificada, un aumento de la exportación y que las personas que viven en las zonas en que históricamente se han producido no puedan acceder a dichos alimentos por la especulación y la presión que ejercen las grandes empresas que comercializan y exportan este tipo de alimentos”, denuncia Negro.

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