Pequeños gestos que accionan grandes cambios
Cada vez más ciudadanos compran, consumen y se mueven pensando en el impacto que sus elecciones tendrán en el planeta
Por Adriana Carrillo
Utilizar la bicicleta para los trayectos cortos, bajar un par de grados el termostato de casa, comprar fruta y verdura de temporada, comer menos carne. Son algunos de los hábitos que cada vez más personas incorporan a su vida diaria para contribuir a la lucha contra el cambio climático porque después de todo, «cada cosa que compramos, cada bien que consumimos, cada gesto energético que hacemos tiene un impacto en el consumo de los recursos del planeta, que nos son infinitos», señala María Prado, responsable de campaña en el área transición energética en manos de la ciudadanía de Greenpeace. «Los ciudadanos cada vez están más concienciados y ya nadie pone en duda el cambio climático excepto los negacionistas o los derrotistas. Pero cuando se habla de responsabilidad, es otra cosa porque la tenemos todos, los gobiernos que diseñan políticas y estrategias para que vayamos en una dirección u otra, las empresas que se limitan a un lavado verde de su imagen, pero cuando rascas la superficie no hay una verdadera sostenibilidad detrás y los ciudadanos porque nuestro consumo está al final de la cadena de muchos problemas ambientales», continúa Prado.
Los expertos en medio ambiente coinciden en afirmar que es en la cesta de la compra, en la movilidad y en el consumo energético de los hogares donde los ciudadanos hacen el mayor ejercicio de política ambiental. Por eso cada decisión importa. «Cuando hablamos de cambio climático tenemos que pensar en emisiones de gases de efecto invernadero. Cuando nos comemos un filete tendríamos que pensar si ese animal ha vivido en una granja intensiva, si se ha alimentado con piensos de soja que viene de países como Brasil, donde se esquilman recursos naturales para producirla, y en cuyo transporte se genera CO2, el mismo que genera el transporte de uvas o espárragos importados de Perú, si decidimos comer estos frutos fuera de temporada», sentencia Prado.
Eficiencia y autosuficiencia
En 2020, el 69% de la población se concentraba en ciudades de más de 50.000 habitantes, áreas urbanas responsables de la emisión de un 36% de las emisiones de CO2, derivadas del transporte y del consumo eléctrico y térmico de los hogares. «Ese es nuestro mayor impacto como ciudadanos.
Y ahí es donde más podemos actuar, en la reducción del consumo de energía». Las claves, según los expertos de Greenpeace y otras organizaciones ambientalistas residen en la eficiencia (el gasto y el ahorro) y la autosuficiencia energética (lo que somos capaces de generar por nuestra cuenta). «El autoconsumo fotovoltaico se ha disparado y las subvenciones han animado a la gente a hacer inversiones en este sentido. La preocupación ha aumentado por la crisis energética y la escalada de los precios de la luz y el gas. Por fin nos hemos empezado a preguntar de dónde viene la energía y nos hemos dado cuenta con el conflicto en Ucrania de que somos vulnerables energéticos», señala la responsable de la campaña de transición energética de Greenpeace.
Y es que cada vez quedan menos excusas para no subirse al tren de las fotovoltaicas. Desde la instalación en los tejados propios o el alquiler de los comunitarios, hasta hacer inversiones (las hay a partir de 50 euros) para que se instalen renovables en otros lugares y recibir a cambio un descuento en la factura, hasta enchufarse a un vecino o edificio público que tenga o vaya a hacer autoconsumo (autoconsumo de proximidad). También nos vamos quedando sin pretextos para dar pasos hacia la eficiencia en el hogar (con aislamientos, luces led, electrodomésticos eficientes). Y si la casa pasiva parece un horizonte lejano, otras opciones para evitar seguir contaminando pasan por comprar productos de cercanía (ropa, alimentos, calzado), evitar
desplazamientos innecesarios en coche o avión, o alargar la vida de aparatos electrónicos y prendas de vestir.
» Regula mejor la temperatura de casa. Consumirás menos y ahorrarás en la factura.
» Reemplaza las ventanas viejas por unas con un buen aislamiento térmico. El Gobierno tiene un plan de ayudas para renovarlas.
» Instala paneles fotovoltaicos. Conseguirás un ahorro de un 40% y para hacer frente a esta inversión hay ayudas y subvenciones.
» Crea una comunidad energética pidiendo al Ayuntamiento que instale energías renovables para cubrir el 100% de la demanda de las farolas y edificios públicos.
» Cuando compres electrodomésticos fíjate que tengan la etiqueta A+++, ahorrarás en la factura eléctrica.
» Camina en trayectos inferiores a 3 km o usa la bici si necesitas desplazarte a 5 km. Tu cuerpo y el planeta lo agradecerán.
» Viaja en avión si tu desplazamiento supera los 1.000 km, de lo contrario, elige el tren.
» Comparte coche para ir al centro de trabajo o universidad.
» Utiliza el transporte público.
» En viajes interurbanos utiliza el tren siempre que puedas.
» Reduce el consumo de carne (blancas y rojas) a 300-500 gramos a la semana y saca de la cesta las carnes procesadas. La ganadería es responsable de la emisión del 14,5% de los gases de efecto invernadero
» Compra productos de cercanía que al reducir los trayectos de transporte, también reducen las emisiones de CO2
» Evita el desperdicio de alimentos haciendo una lista de la compra y programando los menús que vas a preparar durante la semana. Ahorrarás tiempo y dinero
» Elige productos de temporada que no pasan tanto tiempo en neveras para prolongar su conservación
» Únete a un grupo de consumo que facilita la interacción entre los productores locales y consumidores
» Cuida tu ropa para que no se desgaste tan rápido y puedas comprar con menos frecuencia.
» Intercambia la ropa. Es la mejor manera de alargar la vida útil de las prendas.
» Compra en tiendas de segunda mano, mercadillos o talleres de reparación. Ahorrarás dinero y podrás encontrar alguna sorpresa que anime tu armario.
» Arregla tu ropa o la de los niños cuando se haya roto o descosido.
» Apuesta por los negocios locales.