«No tenemos en cuenta que la sexualidad es una dimensión humana presente en todas las personas»
Rosa Navarro, sexóloga de Diversual.com, nos da las claves para comprender la sexualidad en personas dependientes o con discapacidad
Por Leire Fernández
En los Goya Telmo Irureta lanzó un mensaje claro, sin embargo, tenemos tendencia a evitar el tema del sexo cuando hablamos de dependientes, ¿por qué motivo?
Hemos vivido durante mucho tiempo en un escenario en el que las personas con diversidad funcional no tenían necesidades sexuales. Es posible que esta forma de pensarlas, a modo de personas asexuadas, casi como niños inocentes, carentes de deseo, nos haya evitado enfrentarnos a algo que aún nos sigue pareciendo incómodo de manejar. Se trata de un colectivo al que generalmente se ha respondido infantilizándolos, y en el terreno de la sexualidad esto se ha hecho aún de forma más extrema.
¿Puede una persona alto dependiente tener relaciones sexuales?
A veces no tenemos en cuenta que la sexualidad es una dimensión humana, que está presente en todas las personas, sea cual sea su situación concreta. La OMS así lo indica, siendo un aspecto inherente al ser humano y que se extiende a lo largo de toda la vida. Aunque una persona con diversidad funcional puede encontrarse con dificultades a la hora de vivir su sexualidad, no existen unas limitaciones preestablecidas. Al fin y al cabo, somos únicos y una persona con discapacidad puede disfrutar del sexo, del amor y del erotismo como cualquier otra persona. Lo único es que en ciertos casos vamos a tener que hacer una adaptación o incluir alguna ayuda, pero igual que se tienen que hacer en otros ámbitos.
¿Qué tipo de adaptación?
Es arriesgado hablar de forma generalizada del tipo de asistencia que va a necesitar cada persona. En algunos casos pueden necesitar de una ayuda más instrumental, si hablamos de practicar el autoerotismo, en este caso se puede recurrir a juguetes eróticos. Existen masturbadores automáticos, que requieren de poco o ningún uso de las manos. También podemos encontrar masajeadores con diseños ergonómicos que permiten un uso muy sencillo. Otra alternativa son los juguetes manos libres, que se pueden controlar a través de app, que pueden ser un buen recurso. En el caso de personas que se mueven en silla de ruedas, hay opciones de sillas más adaptables a encuentros sexuales. Como hemos dicho, existen muchos tipos de diversidades, por eso, cada solución responderá a la necesidad específica de cada caso concreto.
¿Cómo pueden gestionar este tema las parejas de las personas dependientes? Porque entiendo que puede motivar mucha frustración.
Esa frustración en muchas ocasiones va a venir del enfoque y las ideas previas que tengamos sobre la discapacidad y la sexualidad en general. Dependiendo del grado, la sexualidad va a estar más o menos condicionada. Es importante tratar de adaptarse a las necesidades de ambos, a lo que realmente se quiere o desea. Intentar crecer sexualmente con las herramientas y posibilidades que tenemos, usando mucho la imaginación y, por supuesto, buscando asesoramiento y ayuda en caso de que se convierta en algo que nos genere frustración o miedos.
¿Se trata el tema de manera diferente cuando la persona con discapacidad lo es desde el nacimiento que cuando es adquirido?
Estamos aún en un proceso de entender que todas las personas somos seres sexuados desde el nacimiento, sea cual sea nuestra orientación sexual, identidad de género, capacidades u otras cuestiones que atraviesan nuestra sexualidad.
Dentro del camino de asimilación e integración de múltiples sexualidades, en concreto existen pocos instrumentos, recursos y materiales específicos a la hora de atender, educar y apoyar la sexualidad de las personas con discapacidad. Por eso, es bastante común que se meta en el mismo saco a cualquier persona con diversidad funcional, ya sea adquirida o de nacimiento. Y esto es un problema, porque no se están atendiendo los matices y complejidades de cada caso.
La construcción de la sexualidad y la forma de expresarla de una persona que ha convivido toda la vida con una discapacidad va a ser distinta a la de alguien que ha experimentado su sexualidad de un modo y que por circunstancias ha cambiado. Por eso, hay que hacer un esfuerzo para adaptarnos siempre de forma individual y en base a la historia sexual de la persona.
La figura del asistente sexual
Un tema que parece que va acompañado al del sexo en personas con discapacidad es el de la prostitución, ¿se da por hecho que estas personas solo pueden lograr una relación sexual a cambio de dinero?
Esto proviene en parte de otra de las falsas creencias que hay en relación a la sexualidad de las personas con diversidad funcional. Esa idea de que no pueden resultar atractivas para otras personas, como mucho para otras personas con discapacidad.
Nos han enseñado que existen unos cuerpos más deseables y valiosos que otros. Y claro, si esos cuerpos no son capaces de generar deseo, se da por hecho que la única forma de acceder a un intercambio sexual es recurriendo a la prostitución.
Al final hacer este tipo de asociación da por hecho que cualquier persona que se aleje de la normatividad no es capaz de generar por sí sola interés erótico en otros y otras, y eso no es nada realista.
Una persona que tiene una discapacidad que no le permita ni masturbarse sin ayuda, ¿cómo puede lograr esa satisfacción sin tener pareja? ¿Hay alguna forma?
Atender la sexualidad de las personas con diversidad funcional es todavía además de tabú, algo pendiente. En el caso de no contar con la movilidad suficiente, el apoyo instrumental va a ser necesario. Y ese apoyo va a pasar por incluir las manos de otra persona para ayudar mover las propias o a sujetar algún accesorio que permita la estimulación. Esta tarea ha recaído durante mucho tiempo en la persona cuidadora, pero hace unos años ha aparecido la figura del asistente sexual.
¿En qué consiste?
La asistencia sexual en principio lo que pretende es ser una herramienta, un apoyo específico para mejorar la autonomía de la persona. Es una ayuda para las personas con diversidad funcional a la hora de tener sexo consigo mismos o con otras personas. Los asistentes sexuales no serían alguien con quien practicar sexo, sino un apoyo instrumental que permita acceder sexualmente al propio cuerpo, no al cuerpo de la persona asistente.
Es un tema delicado y que genera mucha polémica, porque en muchas ocasiones se está usando el término para llamar a cosas distintas. Lo que hay que tener claro es que los asistentes sexuales no son personas con quien tener sexo. Se intenta equiparar a la asistencia que se da en otras actividades básicas de la vida diaria, como el aseo personal. Es difícil marcar el límite, porque al haber un intercambio económico se puede confundir con la prostitución, pero la asistencia sexual no revindica pagar por acceder al cuerpo de otra persona, si no pagar por poder acceder sexualmente al propio cuerpo. La asistencia sexual va más de acceder al placer de forma digna.